lunes, 19 de julio de 2010

VAGINAS PARLANTES


"Los monólogos de la vagina". De Eve Ensler. Versión: Víctor Cremer. Reparto: Maite Merino. Magdalena Broto. Dirección y Dramaturgia: Antonia García. Vestuario: María Teresa Rodríguez. Madrid. Teatro Fígaro. 7-9-2000.

Dar voz y texto sobre las tablas a una parte de la anatomía femenina tan silenciada en la historia de la literatura, y tan esencial en la historia de la humanidad, es como mínimo un mérito oportuno, necesario y original. Exponer los argumentos silenciados de las víctimas, los débiles y los justos, es una de las tareas más empecinadamente nobles de los cómicos y cómicas de todos los tiempos. La obra "Los Monólogos de la vagina" ha sido escrita a partir de los testimonios de más de doscientas mujeres de todo tipo, clase social, u opción sexual, que fueron entrevistadas por la autora y actriz norteamericana Eve Ensler, quien lo estrenó por primera vez en Broadway, despertando la atención de crítica y público. Los distintos monólogos están bien escritos por su autora y bien trasladados a nuestro idioma por Víctor Cremer, con la ayuda de la directora Antonia García. Rebosan ternura, decepción, hastío, esperanzas, fantasías...; pero, todos ellos respiran un gran amor y ternura por la condición marginal y silenciada de la sexualidad femenina.
Aunque, originalmente todos los textos eran interpretados por una sola actriz, en su versión española se ha desdoblado en dos actrices de registros y características físicas complementarias. Maite Merino se encarga de los personajes más distinguidos, con su especial encanto y sensibilidad; y Magdalena Broto de los más populares y viscerales, con una potente vis cómica peculiar.
La obra cuenta con una entrega previa del público (mayoritariamente masculino en la función del sábado noche) que celebra con risas y aplausos cada reflexión o revelación que las vaginas parlantes desvelan ante la audiencia. Los monólogos más fantásticos o grotescos, son los que mejor funcionan por su alta teatralidad; como el de la mujer entrada en años que rememora sus lúbricos sueños con Frank Sinatra, y las inundaciones temibles que su flujo producía en cualquier lugar donde ella se excitara. Por otro lado, las desventuras de un ama de casa obligada por su esposo a afeitarse el pubis, sitúan las cotas más altamente dramáticas de la representación.
Quizás le falte a este montaje, causticidad, transgresión y sexualidad, para ser un tema tan candente, lúbrico y marginal. Se le nota su voluntad de ser "políticamente correcto", y no escandalizar a nadie; mucho menos a toda esa franja de público femenino -que pocas veces va al teatro- pero, que en esta ocasión, acudirá irresistiblemente a respaldar con su presencia este acto reivindicativo de la feminidad.

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