lunes, 19 de julio de 2010

PRECIOSO JUGUETE DE CORTE


"Mañanas de abril y mayo". De Calderón de la Barca. Dirección y Vestuario: Miguel Narros. Escenografía: Andrea D'Odorico. Iluminación: Juan Gómez Cornejo. Música: Fernando Palacios. Reparto: Ángeles Martín. Fernando Conde. Pepa Pedroche. Amparo Marín... Madrid. Teatro de Madrid. 8-10-2000.

Si "La vida es sueño" es una fantasía filosófica de Calderón, elevada a la potencia del poema dramático; y si sus obras de carácter religioso se ajustan a su estricto concepto moral; no es en la comedia donde muestra su mayor fuerza. El dramaturgo oficial de las fiestas de la Corte se sentía mucho más cómodo escribiendo autos sacramentales para las fiestas de Corpus Christi, donde brillaba su talento de poeta teológico con luz propia. La comedia era cosa de italianos, y Calderón se sentía ante todo, inventor y fundador de un teatro nacional español, contrarreformista y monárquico, aliado con las herramientas de la ciencia y la poesía, alumbradas por la fe verdadera. Madrid, entonces, era el centro político del mundo.
"Mañanas de abril y mayo" es una liviana comedia de Calderón, donde reproduce las costumbres cortesanas de la época, con alguna pequeña alteración, para construir una peripecia de enredo, malentendidos y desavenencias entre amantes casquivanos, que termina bien, como está previsto por el género. Un precioso juguete de Corte, sin mucha mayor trascendencia. Los criados del enredo han perdido su carácter mordaz y satírico de la comedia clásica. Que la acción se desarrolle en Madrid y en el Parque del Retiro, es una especie de homenaje que Calderón tributa a su benefactor el rey de España.
Miguel Narros vuelve a levantar un espectáculo de una calidad dramática y una belleza formal sobresaliente. El vestuario de esta obra es de una gran categoría estética, tanto que se convierte a veces casi en un personaje protagonista que arrastra la acción y el enredo. Con sus bellas tapadas deambulando por la escena, Narros consigue unas coreografías de una soberbia belleza plástica. La escenografía, de tan sintética y armoniosa, puede llegar a sugerir casi más un desnudo escenario japonés, que una corte madrileña. Creo que no es bueno para el interés de la representación, distancia en una puesta en escena tan rigurosa y leal con las formas de la época. La iluminación es barroca y de gran belleza; la ensoñadora música de Fernando Palacios, permite viajar por encima del tiempo.
La encantadora Ángeles Martín demuestra una dúctil, dulce y, a la vez enérgica personalidad escénica, muy valiosa para la interpretación dramática. Pepa Pedroche y Amparo Martín interpretan sus personajes con fuerza y elegancia. Este trío de damas entienden y asumen a la perfección un "estilo-Narros" de interpretación, que resulta realmente exquisito para los buenos amantes del teatro. Fernando Conde aporta una comicidad de viejo burlado, muy propia del genero, y muy agradecida por el público. Entre todos consiguen un espectáculo delicioso e inteligente, que garantiza una estupenda velada de teatro para el público más exigente.

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