domingo, 18 de julio de 2010

PEQUEÑO HOMENAJE AL GRAN JULIO CORTÁZAR


"País llamado Julio". Basado en textos de Julio Cortázar. Cía. Teatro Axolotl. Coordinación: José Sanchis Sinisterra. Dirección: Mario Vedoya. Dramaturgia: Carlos Rod. Reparto: Inma Isla, Raúl Marcos, Concha Milla, Paulo Sciutto, Joaquín Tejada, Natalia Velasco. Madrid. Escena Contemporánea. Casa de América. 25-1-2001

Julio Cortázar es uno de los escritores más vibrantes que ha dado el S. XX en lengua española. Desde su Argentina natal y, posteriormente, desde su cosmopolita mirador parisino, Cortázar fue escribiendo una de las obras literarias más personales de todo el siglo. A diferencia de sus compañeros del "Boom latinoamericano", Cortázar no es un fiel heredero de la suculenta narrativa de Faulkner, ni siquiera de la erudita y fantástica curiosidad de su paisano Jorge Luis Borges. El experimentalismo narrativo de su discurso podría estar más cercano a ese rebelde irlandés que fue James Joyce, auténtico dinamitador de los límites del género novelístico. A Cortázar no le interesaba dar crónica de un mundo más o menos mágico, que existiera en los paisajes de su infancia; sino que, ante todo, le gustaba inventar mundos ficticios nuevos y urbanos. No sólo intentaba detectar el absurdo ridículo que puede estar gobernando nuestras vidas, sino que se preocupaba además de dar, por primera vez, entidad literaria a elementos y situaciones cotidianas, que aún no habían entrado en la gran literatura. Por ejemplo: la crónica del viaje completo que realiza un cabello cuando desaparece por el desagüe del lavabo.
Realizar un espectáculo en torno al universo literario de Julio Cortázar, es un gran punto de partida, a la par que un gran reto dramatúrgico y escénico. Cortázar no escribía para que lo escuchara un auditorio reunido, sino para los poliformes lectores de sus libros.
El teatro es un arte vivo que se desarrolla en el espacio, y ante todo en el tiempo. Una representación comienza, continúa y concluye, a lo largo del tiempo que hayan decidido sus creadores, pensando en la complicidad del público. El teatro tiene que interesar al respetable durante toda la representación. La novela, no; el lector la cierra, cuando le da la gana. En la lectura existe el tiempo individual del lector, que no es coincidente con el exterior.
Casi tres horas dura este "País llamado Julio". Tratándose de un espectáculo experimental, es todo un atrevimiento. No es la primera vez que se ve una obra en la que el público itinera por distintos espacios, donde los actores lo esperan. Tampoco el ostentoso y narcisista Palacio de Linares es la primera vez que coquetea con el cine o el teatro. Pero, que estos "actos escénicos" tengan esta desmesurada e incómoda duración, y demuestren tan poca capacidad de síntesis, atenta contra los buenos hallazgos del proyecto, y los méritos aislados de su representación.
Los intérpretes tienen un buen nivel de dicción y de credibilidad escénica; entre ellos destaca Raúl Marcos con una sutil y personalísima interpretación. Todos los espacios del palacete romántico del Marqués de Linares, de abrumadora y ostentosa decoración, son en numerosas ocasiones un peligroso rival para el interés del público. Entre otras razones, por la ausencia de iluminación que tienen los intérpretes. La luz ayuda enormemente a crear la atmósfera dramática.
Si se hubiese renunciado a la mitad de las escenas que se mezclan con total arbitrariedad en este espectáculo, hubiese sido mucho más interesante y más cómodo para el público. Y si se hubiera prescindido del "teatrito final", en torno a una supuesta dramaturgia de "Rayuela", el acto hubiese sido un homenaje literario escenificado, mucho más interesante, y más acorde con la memoria de la inteligencia cortaziana; que esta especie de ejercicio escolar, en el que se recitan -resumidos- ocho capitulitos de la gran novela del enorme Julio Cortázar.

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