lunes, 19 de julio de 2010

MORDIENDO EL VACÍO


"Beckett...". Basado en las obras de Samuel Beckett: Acto sin palabras I, Acto sin palabras II, e Impromptus de Ohio. Cía: Sobrevento. Dirección: Luiz André Cherubini. Música: Queca Vieira. Manipuladores: Sandra Vargas. Miguel Vellinho. Alzira Andrade. L. André. C. Festival de Otoño. Madrid. Teatro Pradillo. 27-10-2000.

Los muñecos han sido utilizados por los hombres desde los umbrales del ritual y la actuación para representar lo que no existe o lo que no se ve. Un actor con su cuerpo humano era indigno para dar forma a una divinidad sobre la escena. El muñeco o el autómata permitían superar las limitaciones de la representación sagrada. El Festival de Otoño comienza su andadura teatral con la representación de "Beckett..." por parte de la compañía brasileña "Sobrevento", volviendo a usar los muñecos para contar historias tan imposibles y cifradas como las del dramaturgo irlandés afincado en París, Samuel Beckett. La labor dramatúrgica de este autor galardonado con el Premio Nobel, es totalmente deconstructiva. No continuó subiendo una planta más la torre de Babel del teatro europeo, sino más bien al contrario, intentó devolverlo a sus cimientos. Beckett formula su teatro como una descomposición o destrucción de los presupuestos básicos del género. Ni la peripecia, ni los personajes tienen mucho que ver con la tradición. Ocupan su lugar en esta misteriosa construcción: el silencio, la repetición, la falta de caminos certeros, y una atmósfera de desasosiego que impulsa y motiva cada una de las decisiones de sus impotentes personajes. Aún a pesar de todo, Beckett no cesó de escribir en vida. Su obra es una buena prueba de su recóndita esperanza como dramaturgo.
La idea de representar tres de sus obras más conocidas con muñecos es el mayor acierto de los brasileños. Para ello se han valido de una "técnica mixta" en el que los manipuladores de los muñecos están a la vista del público, como en las técnicas japonesas del Bunraku. Tres manipuladores vestidos de negro se encargan de dar vida al muñeco. Aunque hay que decir que los muñecos japoneses son mucho mayores que los que utilizan los brasileños, lo que resta protagonismo a la presencia magnética del muñeco en beneficio de sus manipuladores. Tanto es así que en algunas ocasiones, estas negras figuras humanas llegan a convertirse ellos solos en los auténticos protagonistas de la obra. La música en directo de un violín que ejecuta todos los planos sonoros de la obra, es de una gran teatralidad, y consigue momentos de una mágica atmósfera.
El reto que encierra esta representación es alto y plausible, quizás no tanto sus resultados. Da un poco la sensación de que más que reinventarse las leyes del escenario y la destrucción de la lógica aparente, (como postula el autor irlandés) han buscado una "estética Beckett" de hombres solitarios, sin rostro, con sombreros hongo, atmósferas tenebristas, y ausencia de esperanzas, para construir una representación tan expresionista como monótona.

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