domingo, 18 de julio de 2010

MEMORIAS DE UNA JUVENTUD INCENDIARIA


"Imagina. Trilogía de la Juventud. II". De José Ramón Fernández. Yolanda Pallín y Javier G. Yagüe. Dirección: Javier G. Yagüe. Reparto: Audrey Amigo. Barde. Elena Benito. Eugenio Gómez. Verónica Regueiro. José A. Ruiz. Espacio Escénico: Juan Sanz. Miguel Ángel Coso. Vestuario: Pepe Corzo. Iluminación: Oscar Cercós. Madrid. Escena Contemporánea. Sala Cuarta Pared. 1-3-2001.

La juventud es el período más incendiario -socialmente hablando- de todas las etapas de la vida. Los permanentes descubrimientos, propios de esta edad; la incertidumbre ante el futuro; y un ánimo incólume y apasionado, (aún sin torturar por los aciagos golpes del destino), son la mecha y el combustible idóneos para que prenda el idealismo más feroz y decidido. Los primeros adversarios son los padres, hay que romper la cáscara para seguir viviendo.
Los protagonistas de "Imagina" (la segunda entrega de la "Trilogía de la juventud", que firman José Ramón Fernández, Yolanda Pallín, y Javier G. Yagüe), tienen que enfrentarse a un doble conflicto: la opresión social del final de la dictadura de Franco; y la autoridad paterna, contra la que se alzaron en una revolución radical, de amor libre y pacifismo. Los padres, (que también están presentes en "Imagina", como personajes sin rostro,) tienen otro doble conflicto: ser una generación que ha sufrido el yugo de sus progenitores, y que además ha tenido que vivir posteriormente, la violenta rebelión de sus hijos. De esto trata "Imagina": de la vida, de la amistad, de la prosperidad, de la fidelidad a los ideales, y de no renunciar de antemano a la felicidad, como hicieron sus padres. Si algo tienen claro los protagonistas de esta obra, es que no quieren terminar igual que sus mayores.
El lenguaje teatral, que también puede y debe ser incendiario e idealista, y perennemente joven, se entiende muy bien con este Trilogía de la Juventud, que reflexiona sobre los avatares de los jóvenes y su memoria, en distintas secuencias temporales de la historia reciente de España. En "Imagina" le ha tocado el turno a los años setenta del pasado siglo, en un ámbito rabiosamente urbano e industrial, amansado por los reflejos de una charca, y las canciones de una emisora nocturna que transmite a través de las canciones de Lenon, Joplin, y Bob Dylan, una dimensión posible de una vida libre y nueva.
Los ingredientes de este cóctel dramático están calculados a la perfección: hay humor, hay amor, hay conflicto puro y duro, hay hermosas y significativas canciones, y hay proyectos de futuro. Sus intérpretes transmiten frescura e intensidad dramática, alcanzando un buen trabajo de interpretación coral, en la que destaca Eugenio Gómez como el amigo revolucionario. El público disfruta con la primera hora de representación, entre risas y dulces complicidades colectivas. Aunque, según avanza la representación, se va echando en falta progresión dramática de la trama, y chispazos de teatralidad. No abundan los elementos mágicos y fantásticos en "Imagina", más apegada a la crónica realista, que a la del sueño de una generación de jóvenes. El ritmo de escenas cortas, y los intercalados de las diferentes historias que se representan, remite a veces, más al lenguaje televisivo, o cinematográfico, que al del puro teatro. "Imagina" está tan fragmentado que difícilmente avanza como un todo dramático. Como crónica de unos jóvenes en unos años concretos, es un trabajo moralmente ejemplar y escénicamente correcto. Quizás lo que falte con más certeza en este montaje, sea que se haga tangible en el teatro la razón y la emoción por la que recordamos la aventura vital de estos jóvenes luchadores.

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