domingo, 18 de julio de 2010

LAS SEMILLAS DE LA DISCORDIA


"Otelo" de William Shakespeare. Centro Andaluz de Teatro. Dirección: Emilio Hernández. Versión: Luis García Montero. Reparto: Juan Manuel Lara. Antonio Garrido. Irene Pozo. Eduardo Velasco. Marilia Samper. Francisco Morales. Luis Ruiz Medina. Luis Centeno. Julián Ternero. Eva Gª Vacas. Juan Duque. Rafael Galán. Escenografía: Vicente Palacios. Vestuario: Mercé Paloma. Música: Inmaculada Almendral. Madrid. Teatro de la Comedia.

Shakespeare es un gran contador de historias. No sólo su arte de la palabra sirve para desbrozarnos la peripecia vital de unos personajes, sino que además crea con ella todo un repertorio de formas, espacios, luces y atmósferas, que sitúan la complejidad del drama en lo que entonces eran los vacíos escenarios isabelinos. Al entrar a escena cada personaje describe lo que está viendo, donde se encuentra, y que es lo que le rodea. El verbo construye el espacio. Su total ausencia de maniqueísmo lo convierte en un autor universal, pues no señala a los buenos y a los malos de la historia, sino que tiene la suficiente humildad y grandeza creadora, como para mostrar un terrible fresco de la vida humana, para que sea el público quien saque sus últimas conclusiones. En esto radica la enorme teatralidad de su obra. No todas las épocas posteriores a su existencia han valorado de la misma forma al primer autor británico. Durante siglos dejó de representársele. Tuvieron que ser los románticos, los que desenterraran el gran legado dramático del bardo de Strafford, de la mano del gran actor y empresario David Garrick quien comenzó de nuevo a interpretar sus grandes personajes.
Para los teatros públicos españoles, Shakespeare es una baza segura, parece que con su nombre ya está garantizada la relevancia artística de cualquier montaje. Su obra es utilizada frecuentemente por directores que quieren exponer sobre las tablas una visión crítica de su tiempo. Pocos autores del S. XVII han tenido ocasión de ver a sus personajes vestidos con smoking, con vaqueros, con ropa de cuero, o con cualquier aditamento formal contemporáneo para subrayar la vigencia de su discurso dramático. "Otelo" es uno de sus personajes más populares, aunque no siempre ha llegado al fondo del alma del público y de la crítica. No es de sus obras más perfectas. Pero, por el contrario ha ofertado a grandes actores una posibilidad extrema de lucimiento. El mismo Edmond Kean murió en escena interpretando la escena del estrangulamiento de Desdémona. Quizás Otelo tenga el defecto de llevar en su interior a uno de los personajes más maniqueos de toda su obra: Yago, el malo, el que siembra la cizaña y la discordia, sin entenderse muy bien el móvil de tanta calumnia perniciosa.
El montaje que presenta el CAT en el Teatro de la Comedia, es un espectáculo resultón, que se preocupa de contar -con poderosas imágenes eróticas y sensuales- lo más rápido posible la historia de Otelo, subrayando algunas lecturas actuales que no son intrínsecas a la obra. El racismo, el maltrato a las mujeres u homosexuales, no son temas determinantes en el texto shakespereano; resultan forzados y arbitrarios. Como si se temiera que la representación de una obra clásica no tenga hoy razón de ser, si no se subraya con poderosos símbolos actuales. El versionador y el director han comprimido al máximo la obra con la intención de representar de una sola tacada los cinco actos de "Otelo", lo que conforma un espectáculo de más de dos horas sin descanso, que es aplaudido con fuerza al final de la representación.
En esta obra supuestamente antirracista, Otelo está interpretado por un actor español, maquillado de oscuro. Desdémona es una rubia frágil, hermosa y delicada, que profesa un amor sin límite a un moro jefe de la Armada veneciana. Yago es una especie de cabo furriel odioso y energético. Y el resto de los personajes son como un grupo de banqueros maliciosos, que mueven los hilos del destino humano.

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