domingo, 18 de julio de 2010

LAS AVENTURAS DE UN DIPLOMÁTICO


"Un embajador en apuros". De Allen Lewis Rickman y Karl Tiedeman. Versión: Juan José Arteche. Dirección: Ramón Ballesteros. Reparto: Pedro Osinaga. Rosa Valenty. Pedro Javier. Francisco Benlloch. Romy Abradelo. Ángel García Suárez. Jordi Prat. Escenografía: Ramón Ballesteros. Iluminación: Javier Vázquez. Madrid. Teatro Real Cinema. 11-1-2001.

Si la comedia es una manifestación de las más vitalistas que puede ofrecer el teatro desde sus orígenes, el vodevil es un subgénero cómico que tuvo su auge en Francia a mediados del siglo XIX, y alcanzó una enorme popularidad entre el público burgués, que veía satirizados sus defectos en los disparatados argumentos de estas ágiles y divertidas obras picantes. Pero, la crítica de costumbres es tan blanca y tan suave, que hasta los maridos infieles pueden asistir al teatro acompañados de sus esposas, sin que les produzca fricción alguna este liviano entretenimiento.
Pedro Osinaga es un actor muy dotado para este género, se conoce las triquiñuelas del oficio y sabe como situar el guiño, el gesto, la inflexión de la voz, para arrastrar las risas de un público, que asiste a sus obras como fuente de seguro entretenimiento picante y burlesco. Muy en la línea de ciertos actores españoles, maduros y seductores, Osinaga sabe moverse con soltura y elegancia por el escenario, llevando la batuta de la representación como un director ante los músicos de su orquesta.
En "Un embajador en apuros" se narran las ingeniosas dificultades y embrollos a los que se ve sometido un embajador español ante la O.N.U., tras haber vivido una apasionada noche de amor prohibido, nada más ni nada menos, que con la esposa de un mafioso italiano. La esposa del embajador, su cocinero, su amante, el gánster, su guardaespaldas, y hasta un ministro de asuntos exteriores de un país caribeño, forman la rueda de personajes de este argumento tan divertido como delirante. El público entra en las claves del juego con facilidad, y se entrega a las risas que le provoca la comedia.
Por otra parte, no deja de tener su acidez que el embajador crea reconocer en los personajes mafiosos a los políticos y diplomáticos con los que suele tratarse, y que al ministro verdadero lo confunda con un delincuente. Lo cual desahoga un poco -como en Café-teatro- la "mala leche" del ciudadano medio, riéndose con ganas de la hipocresía de los poderosos, responsables de tantos de sus males cotidianos.
Rosa Valenty presta su esbelta figura y su arte interpretativo a la señora embajadora con gracia y elegancia. Pedro Javier Sánchez demuestra valiosos registros de comicidad, interpretando al cocinero de la embajada, víctima indirecta de todo este entuerto amoroso. Romy Abradelo derrama su belleza exuberante como la pérfida y caprichosa amante; y Ángel García Suárez, Francisco Belloch, y Jordi Prat componen el resto de los personajes concienzudamente y, a la par, con encanto, enriqueciendo las divertidas situaciones que provoca la obra.

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