lunes, 19 de julio de 2010

LA VOZ DE LA SANGRE


"Azaña, una pasión española". Basado en cartas, discursos y textos de Manuel Azaña. Selección de textos y adaptación: José Mª Marco. Dirección, dramaturgia e interpretación: José Luis Gómez. Espacio escénico: Mario Bernedo. Música: Alejandro Masso. Iluminación: José Manuel Guerra. Madrid. Teatro de la Abadía. 5-10-2000.

Que algunos políticos en pleno apogeo de su carrera pública, como Manuel Azaña -o anteriormente, Martínez de la Rosa- tuvieran la tentación de escribir teatro, pone en evidencia el prestigio y la importancia social que se daba al escenario teatral y al texto dramático, como tribuna moral y crítica de la sociedad contemporánea. Manuel Azaña llegó a estrenar una obra teatral "La Corona", por cierto sin ningún éxito. Azaña pertenecía a la generación siguiente a la del 98, contra la que arremetió en numerosos textos críticos. Una brillante generación sin complejos y una enorme fe en sí mismos, en la que podría incluirse a Ortega y Gasset, o al mismo Ramón Gómez de la Serna. La modernización de España y su normal incorporación a la vida europea como un país moderno y civilizado, era en muchos sentidos su misión común y su objetivo.
Que el pensamiento y la palabra de Manuel Azaña vuelvan a tomar voz, y a alzarse en un escenario, es una suerte de homenaje a un intelectual, escritor y político, que con tanta devoción y pasión luchó toda su vida porque el binomio hombre libre/ciudadano español, no siguieran históricamente reñido.
Jose Luis Gómez, fascinado por la hazaña moral de este genuino y generoso español -que consideraba la política como un arte-, ha organizado una ceremonia teatral tan intimista en las formas, como apasionada en su identificación con los contenidos del discurso del que fuera presidente de la II república de España.
Hay en esta matizada y lúcida representación un ejercicio de la memoria colectiva, y a la vez un restablecimiento de la palabra pública a uno de los mayores intelectuales españoles de este siglo, que da un enorme sentido al teatro contemporáneo. Que los textos que componen esta "pasión española" de Azaña no sean originalmente dramáticos, no es obstáculo para el interés teatral de la representación. Se trata de un montaje reivindicativo que se dirige a la inteligencia del espectador. José Luis Gómez saca de su mejor estuche de gran actor sus más calibrados registros vocales y corporales, para devolver a Azaña, (si no a la vida), sí a la presencia de su espíritu puesto en contacto, de nuevo, con el público; quien además, representa en esta ceremonia escénica al pueblo español. La pasión que encierra la obra es doble: tanto la de un intelectual ambicioso, soberbio y generoso que quiso para su país lo mejor; como la de un actor que cree y confía en que el teatro debe seguir siendo, con el ejercicio de la palabra y las ideas, el más alto ceremonial público.

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