domingo, 18 de julio de 2010

LA PESADILLA QUE NOS DEVORA

"El fin de los sueños". De Alberto San Juan. Dirección: Andrés Lima. Música: Miguel Malla. Pedro San Juan. Reparto: Alberto San Juan. Luis Bermejo. Roberto Álamo. Encarna Breis. Guillermo Toledo. Javivi. Javier Gutiérrez. Nathalie Poza. Diego Paris. Fernando Tejero. Alicia Yagüe. Escenografía: Juan Sanz-M. A. Coso. Iluminación: M.A. Camacho. Vestuario: Beatriz San Juan. Madrid. Sala Cuarta Pared. 6-12-2000.

En una sociedad donde sólo los ricos, los desalmados o los corruptos progresan; donde el dinero es el único patrón para medir el valor de las gentes; en unos Estados donde la cínica exhibición de las falsas libertades del primer mundo, son el único telón de fondo oficial que existe, es normal que los sueños se acaben y se marchiten con ellos las esperanzas. Ni la honestidad, ni la responsabilidad, ni la eficacia, son valores de cambio, sino más bien todo lo contrario: demuestran la vulnerabilidad de los que aún creen que el bien y el interés mayoritario, puede guiar los comportamientos políticos y sociales. Las viejas utopías son una manifestación de la ingenuidad de los que aún creen en un mundo más justo e igualitario.
En torno a estas coordenadas ideológicas transita la miserable vida de los artistas que integran el espectáculo de variedades de este cabaret patético donde se desarrolla la obra "El fin de los sueños". El teatro vuelve a dar lecciones morales de supervivencia, en una sociedad donde las informaciones amañadas y manipuladas por los medios, establecen los cánones amorales del tiempo presente. El teatro sigue siendo ese viejo rito que necesita ser colectivo para ser eficaz; frente a la tremenda soledad doméstica, desde la que se reciben -de uno en uno- los mal llamados medios de comunicación de masas. "El fin de los sueños" de Alberto San Juan es una pieza que rastreando la desolada existencia de unos cómicos de variedades, y su atribulado empresario, (poco definido dramáticamente, para ser el protagonista), intenta pasar lista a toda esa larga lista de carencias de los seres humanos menos favorecidos de nuestro tiempo. El humor y la corrosión, junto con la buena música en directo, y un trabajo actoral, preciso y coral, hacen de este montaje una saludable vía de oxigenación del teatro actual, muy en la línea de ese "realismo sucio" que nos viene últimamente de las pantallas y los escenarios británicos.
Quizás en el montaje se confunda en alguna ocasión lo que es la recreación deliberada de un ámbito sórdido y cutre, con la falta de hallazgos artísticos que el montaje demuestra. Los números musicales de la función están realizados deliberadamente con carencias, lo que en alguna ocasión hace dudar al público si es un planteamiento deliberado, o una carencia del espectáculo. El día del estreno, el público se manifestó regocijado con numerosas risas y aplausos dirigidos a los intérpretes de esta obra escatológica y miserable, que intenta mostrar a los títeres, a la par que les cortan la cabeza.

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