domingo, 18 de julio de 2010

LA MALQUERIDA DE BROOKLYN


"Panorama desde el puente". De Arthur Miller. Dirección: Miguel Narros. Versión: Eduardo Mendoza. Escenografía y Vestuario: Andrea D'Odorico. Iluminación: Gómez Cornejo. Reparto: Helio Pedregal. Ana Marzoa. Chema Muñoz. Yael Barnatán. Israel Frías. Iván Hermés. Luis Rallo. Paco Ureña. Madrid. Teatro Albéniz. 5-4-2001.

La tragedia fue la primera forma dramática de nuestra civilización. Los conflictos básicos del hombre en sociedad, quedaron fijados en los textos de los grandes autores trágicos. A lo largo de la Historia no se ha hecho más que revisitar este inventario de pasiones y conflictos sociales, por cuyo cauce se vienen moviendo los hombres desde hace milenios. El dramaturgo norteamericano Arthur Miller encontró en ella una buena fórmula para canalizar su concepto del teatro social. La presencia del director alemán Erwin Piscator en Nueva York, (exiliado de su país a causa del nazismo y de la II Guerra Mundial), también ejerció una clara influencia sobre los jóvenes dramaturgos americanos del momento. Su Teatro Político, y la estela de la obra de Brecht pesaron sobre unas nuevas generaciones de autores comprometidos a luchar contra los desastres de su tiempo. Si el conflicto bélico mundial dejó grandes cicatrices en la memoria del pueblo norteamericano, la "Caza de brujas" puesta en marcha por el Senador McCarthy, provocó otra gran tragedia moral en el mundo del espectáculo. Miller escribe esta obra en 1955 al calor de las recientes llamas.
Que esta historia de pasiones trágicas esté insertada en los bajos fondos de la inmigración italiana en Nueva York, es una originalidad del autor, que le sirve para desplegar el fresco de los conflictos humanos, y a la par disponer de un telón de fondo social que le ayuda a expresar su visión de la sociedad. Medio siglo después, el texto de Miller resuena en la platea del teatro como una voz moral de lamentable actualidad, que cuestiona la transparencia de la Ley y la Justicia; el odio y la desconfianza ante los inmigrantes; y a la par, condena la delación como el menos honorable de los gestos humanos. Demasiados pájaros quiere matar el autor de un solo tiro, o lo que es lo mismo, con una sola obra. El conflicto principal que articula esta obra es el de un falso padrastro enamorado locamente (sin saberlo) de su sobrina, que ha criado en su casa, por una promesa. Su esposa asiste impotente a la humillación de verse desplazada del amor matrimonial. Miller no inventa nada, pone a funcionar el mismo esquema dramático de "Electra", o de "La malquerida de Benavente", pero como le parece poco tema para una sola pieza, le añade el trasfondo social.
Miguel Narros demuestra ser un director de escena excepcional; cualquier material dramático que cae en sus manos, se convierte en un espectáculo de gran teatro. Consigue plañir las mejores cuerdas interpretativas de sus intérpretes, y dota a la representación de una religiosidad ceremonial, construida sobre la emoción y la palabra. Ana Marzoa vuelve a mostrar (en este pequeño papel para el calibre de su talento,) su condición de gran dama de teatro. Su presencia en los escenarios debería ser mucho más frecuente. Helio Pedregal no cesa de crecer como actor en cada nuevo montaje; este estibador italiano que desencadena con su pasión irreprimible la tragedia milleriana, le permite vibrar en altos registros interpretativos, que fueron aplaudidos por el público. La joven Yael Barnatán interpreta con frescura a Caty, la heroína central que desencadena el amor más turbio de su tío-padrastro. El resto del reparto realiza una actuación brillante y ejemplar que el público premió con recurrentes aplausos. La noche del estreno, la calidad del espectáculo caldeaba el teatro con vítores y ovaciones al director y a los intérpretes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario