domingo, 18 de julio de 2010

LA CAVERNA DEL CINEMATÓGRAFO


"La raya del pelo de William Holden". De José Sanchis Sinisterra. Dirección: Daniel Bohr. Reparto: Manuel Galiana. José Luis López Vázquez. Ana Torrent.
Escenografía y vestuario: Montse Amenós. Iluminación: Nicolás Fichtel. Madrid. Teatro Arlequín. 30-1-2001.

Desde que Penélope decidió esperar el largo regreso de Ulises, de la guerra de Troya; una odisea de heroínas teatrales se ha volcado sobre distintos públicos, para demostrarles que mantener vivo el amor, es la mejor conjura contra la muerte. La novia de "Peer Gynt", de Ibsen, también espero toda la vida su regreso. ¿Qué decir de doña "Rosita la soltera", de García Lorca. El teatro oriental convirtió a esta mujer que aguarda, en la protagonista de muchas obras del Teatro Noh japonés. Yukio Mishima recreó este mito en su obra "Hanako", en pleno S. XX.
No creo que José Sanchis Sinisterra (uno de nuestros más valiosos e íntegros hombres de teatro,) se preocupe por esta facetas del mito en particular. La situación de espera del regreso del amado, le interesa como espacio donde colisiona la ensoñación y lo cotidiano. Catalina está sola en un viejo cine de barrio, esperando a su novio. Llega un hombre extraño que puede ser su padre. Entre ellos se establece una singular relación, que se va rebobinando a medida que avanza la representación; un acomodador ciego maneja las películas.
El proceso de toda la obra de Sanchis Sinisterra apunta a una estilización progresiva de los cauces narrativos de la teatralidad. Está más cerca de Beckett, que de Arthur Miller; de Pirandello, que de Benavente. Sin embargo, debido al penoso realismo rancio y regresivo, que contamina la escena madrileña, el texto de "La raya en el pelo..." no puede volar ni arrastrar consigo al público. El concepto de espectáculo, la puesta en escena, y la dirección de actores resulta completamente inadecuada para esta pieza. Para comedia, resulta sosa y difusa; para drama, está representada con un realismo banal, que no potencia ni su simbología ni su poesía interna. Manuel Galiana compone un Esteban encantador y lleno de ricos matices interpretativos. Ana Torrent tiene una bonita imagen y una buena voz, pero carece de presencia escénica: no hay energía ni forma en sus movimientos. Su Catalina adolece del arrebatador encanto que caracteriza a estas inolvidables heroínas. López Vázquez interpreta a un Tiresias de cine de barrio, haciendo vibrar hermosas cuerdas interpretativas, aunque su personaje resulte episódico. La noche del estreno todo el elenco, autor y equipo artístico incluidos, recibieron repetidamente los calurosos aplausos del público.

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