domingo, 18 de julio de 2010

EL PODER TERAPÉUTICO DE LA CARCAJADA


"La cena de los idiotas". De Francis Veber. Adaptación y Dirección: Paco Mir. Reparto: Pepón Nieto. Luis Tosar. Fernando Huesca. Fermí Herrero. Maribel Lara. Montserrat Diez. Carlos Piñeiro. Escenografía: Joan Jorba. Iluminación: Roger Puiggener. Madrid. Teatro Infanta Isabel. 8-2-2001.

El idiota es una figura atávica del teatro. Siempre ha habido un cómico al que le ha tocado el papel de tonto en las comedias, con el fin de garantizar la risa del público. El Macus de las farsas romanas primitivas representaba a este personaje; aunque había otro tonto especializado que lo pasaba peor que él, el Paniculus, que además de tonto, se llevaba todos los palos, golpes y patadas de la representación. La Comedia del Arte italiana -muchos siglos después- conservó este agradecido papel de tonto, que solía repartirse entre algunos criados y los mismos amos, siempre engañados y burlados por sus sirvientes más casquivanos. La risa indiscriminada del público ha sido la fuente de supervivencia, o el manantial de ingresos (según los casos y la fortuna) de estas hordas cómicas destinadas a alegrar la vida de sus semejantes.
"La cena de los idiotas" es un buen ejemplo de cómo esta tradición pervive por el simple hecho de que el público la demanda. La risa es una de las terapias posibles que el teatro puede ofrecer a los espectadores. Paco Mir lo sabe muy bien desde hace décadas. El avispado e ingenioso componente del grupo catalán "Tricicle" sabe mucho de las bondades de este género. Y, aunque, Francis Veber haya escrito un texto mucho menos previsible de lo imaginado, Paco Mir sabe conducir a sus intérpretes por las rutas del gesto y del ingenio para sacar el máximo partido cómico y satírico de la obra.
Pepón Nieto interpreta al aparente idiota de esta representación, quien termina dando auténticas lecciones de inteligencia y de moral a sus detractores. El público se siente identificado con los apuros de los personajes, y entra muy pronto en la complicidad que requieren los ingredientes del género. Las risas y la diversión de la comedia están garantizadas, aunque sólo sea por contagio del patio de butacas. Matrimonios a punto de la ruptura, altos ejecutivos con amantes, inspectores y contables de Hacienda, escritores, editores, ecologistas y macrobióticos... todos los tipos que se encierran en esta obra nos hablan de nuestro tiempo, de nuestro mundo, en un tono burlesco, que en el fondo encierra su "corazoncito". Quizás por todo esto sea por lo que el público respalda la función con su presencia masiva, incluso un martes por la tarde. Pero, sobre todo, porque la obra les garantiza justo aquello que iban buscando: el poder terapéutico de la carcajada.

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