domingo, 18 de julio de 2010

DON JUAN DE LAS TINIEBLAS


"Don Juan Tenorio". De José Zorrilla. Versión: Yolanda Pallín. Dirección: Eduardo Vasco. Música: César Frank. Escenografía: José Hernández. Vestuario: Rosa Gª Andújar. Iluminación: M.A. Camacho. Reparto: Ginés García Millán. Cristina Pons. Juan José Otegui. José Tomé. Juan Antonio Quintana. Walter Vidarte. Julia Trujillo. José Segura... Madrid. CNTC. Teatro de la Comedia. 14-11-2000.

Este nuevo Tenorio parece comenzar por el final de todos los demás. La sincera derrota del Don Juan viejo, otrora, bravucón, asesino y seductor, parece impregnar e invadir lentamente esta representación desde el comienzo. La luminosa brillantez de la hostería y de las callejas de Sevilla es aquí tiniebla y sombra, evanescencia, oscurantismo del deseo. El afán de sobriedad del director y del escenógrafo, en buscar la atmósfera de ensueño, de irrealidad, y sutileza de un mito tan vitalista; junto a la inquietante vulnerabilidad del mismo actor que interpreta a Don Juan, y la fragilidad excitante y enfermiza de Doña Inés, hacen que este montaje de "Don Juan Tenorio" resulte curioso y atípico. Es como si se hubiera germanizado el mito español, por arte y gracia de la inmersión que realiza el montaje en las claves del romanticismo, trasladando la acción de la obra a un imaginario siglo XIX, donde los personajes se baten a pistola en vez de con floretes.
Yolanda Pallín ha recortado el texto de Zorrilla -de alegre versificado octosílabo- hasta dejarlo en los huesos, lo que aún lo hace más moldeable para la etérea propuesta que se realiza en este espectáculo.
Hay que destacar la buena dicción de los intérpretes, y cómo consiguen mecer el verso en sus labios. Además, le añaden una emotividad interpretativa -completamente actual- que abrillanta el conflicto emotivo y psicológico de los personajes. La música de piano y violín del compositor francés César Frank fomenta esa atmósfera apasionada y romántica de los personajes. A esta sobria y posible visión de "Don Juan Tenorio", quizás le falte radicalidad artística para alcanzar las metas que se propone; y le sobran, audiovisuales, músicas de fondo, y arbitrariedades escénicas. Se trata de un equipo joven que realiza un buen espectáculo, con una posible lectura "nórdica" del Tenorio, pero que no termina de cuajar en su totalidad. José Hernández ha ajustado y estilizado tanto su propuesta plástica, que -a veces- resulta invisible. La tenebrista iluminación lo favorece. Nunca las riberas del Guadalquivir habían resultado más grises, más arrasadas, más melancólicas, más invernales, que en este montaje.
El plato más alimenticio de la representación son sus intérpretes. Ginés García Millán compone un Tenorio sensible, frágil, y hasta tierno en su arrogancia. Su emotiva vulnerabilidad moderniza y actualiza a Don Juan. Lo mismo podría decirse de la Doña Inés que interpreta Cristina Pons, su hermosura y su encanto nacen de su fragilidad. El director ha montado la escena del diván, con los intérpretes de pie. Es el momento más emotivo y brillante de la representación. Si este Don Juan melancólico es más capaz de besar a fondo a las criadas, que de asustar a los caballeros con sus armas; en la escena de amor en su quinta junto al Guadalquivir, se derretirse de pasión ante su amada como un héroe wertheriano. Doña Inés, como una crisálida blanca, pierde el combate de la razón y cae ante los pies de Don Juan como una perra sedienta. La desnudez y la intensidad de la escena, deberían haber marcado la pauta de todo el montaje.
Por su parte José Tomé humaniza a Don Luis Mejía; entre ambos antagonistas prima la amistad ante la rivalidad. Juan José Otegui compone un Comendador intenso y eficiente, y Juan Antonio Quintana da luz a su interpretación del escultor. Walter Vidarte y Julia Trujillo redondean este bonito concierto de cómicos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario