domingo, 18 de julio de 2010

CABARET SACRAMENTAL


"El fin del mundo". Escrito y dirigido por Luis Lázaro. Reparto: Celia Ballester. Trinidad Iglesias. Raquel Cubillo. Escenografía: Giorgi Popov/Deniztza Deneva. Vestuario: Lola Tribes. Arreglos musicales: Antonio Meliveo. Iluminación: David Álvarez. Madrid. Teatro Alfil. 17-3-2001.

"El fin del mundo" es un espectáculo cómico festivo -con protagonistas religiosas- que se presenta a sí mismo como "Cabaret Sacramental", o "Catequesis nocturna", volviendo a demostrar el interés de este país -alambicado y barroco- por subir a escena, temas religiosos. Estas monjitas redentoras del tercer milenio, lo hacen de una forma tan jocosa como transgresora.
El Cabaret siempre ha tenido la habilidad de revolver y remozar los conflictos de actualidad, en beneficio de la sátira y de la risa. Las tres monjas protagonistas de este juguete escénico -bautizado como "El fin del mundo"-, están preparadas para avisar a la feligresía de que el mundo está a punto de acabarse en 4 minutos. A las puertas del mismísimo infierno (como en los Misterios del Medioevo) esperan la comparecencia de Satanás, noche tras noche, desde hace demasiado tiempo. Aunque, como buen macho, el innombrable se ha hecho esperar demasiado tiempo. Las hermanas, en su espera, repasan sus vidas y hazañas, en la lucha por la subsistencia en un mundo convulso, tentador y obsceno.
Luis Lázaro -como autor- realiza un trabajo original, que se despereza por las fronteras de diversos géneros dramáticos, consiguiendo un humor fino y, a veces, una inquietante atmósfera poética, tentado por el virtuosismo interpretativo de esa grandísima actriz-cantante, que es Trinidad Iglesias. El cabaret es -por naturaleza- zafio y directo, reparte bofetadas de ingenio con osadía y atrevimiento. Temas como la esponsorización, la prensa del corazón, los conflictos del País Vasco, el anticlericalismo, los vértigos de la Bolsa, o la telebasura, desfilan por "El fin del mundo" con gracia y frescura.
Raquel Cubillo demuestra una personal vis cómica, dando vida a una monja corrosiva y voluptuosa. Celia Ballester incorpora a la Madre Superiora con autoridad de motero, y sofisticación de estrella de revista. Las coreografías, los decorados y las canciones (muy bien cantadas, en directo) encierran divertidas sorpresas.
Quizás lo que falte en este cabaret, (más literario que político), sea una decantación mayor del autor por sus objetivos. Su pluma parece querer volar por indagaciones sobre el sueño y el destino de los muertos, o los derroteros terrestres de la felicidad; pero, el director le retiene la mano, y le recuerda que sólo están haciendo cabaret. Son fuerzas contrarias, que operan en este refrescante y original espectáculo, que garantiza una osada tarde de buen teatro. Funcionaría mejor, aún, de madrugada.

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