miércoles, 30 de junio de 2010

UN TEATRO DEMASIADO CLÁSICO


"La estrella de Sevilla". De Lope de Vega. Dirección y figurines: Miguel Narros. Versión: Joan Oleza. Escenografía: Gustavo Torner. Música José Gª Román. Reparto: Nuria Gallardo, Juan Ribó, Helio Pedregal, Chema Muñoz, Chema de Miguel...
Compañía Nacional de Teatro Clásico. Madrid. Teatro de la Comedia. Fecha de reposición: 25-2-1999.

Miguel Narros es uno de los mejores directores que tiene el teatro español, brillante figurinista, actor personalísimo, pintor y dibujante; un nombre de culto de nuestro teatro. Aunque Narros ha transitado por todos los "palos" del repertorio (incluidos los autores más recientes), en los últimos años, se ha dedicado a cultivar abiertamente el teatro clásico: Beaumarchais, Moratín, Goldoni... Estos días se repone en la sede de la Compañía Nacional de Teatro clásico (CNTC) su montaje de "La estrella de Sevilla" una tragedia de Lope de Vega que se estrenó en el pasado Festival de teatro clásico de Almagro y que ya visitó la Comedia el pasado otoño.
Los montajes de Miguel Narros tienen un sello de calidad incuestionable tanto en lo dramático como en lo plástico. En esta ocasión ha contado con la colaboración del artista Gustavo Torner para la escenografía, y del músico granadino José Gª Román para la partitura musical; un ramillete de nombres de prestigio a prueba de bomba. Un elenco de buenos actores redondea los ingredientes de este espectáculo sin riesgos ni sorpresas.
La dicción del verso clásico español oscila entre el boxeo que mantiene Juan Ribó con las palabras del poeta, y los tiempos de silencio que se toman Helio Pedregal y Chema Muñoz cada pocas líneas; por su parte, Nuria Gallardo enfila bien el ritmo sin perder el significado. La música parece más interesada en rastrear la violenta partitura sonora de las tragedias griegas, que de las pocas que se representaban en nuestro siglo de oro. La hermética escenografía sugiere más un panorama de edificios urbanos que de alcázares sevillanos.
Si al final de la representación, las parroquianas de siempre del teatro salen diciendo que lo más bonito son los trajes; si los alumnos de bachillerato (que han soportado durante dos horas y media estar encerrados a oscuras escuchando "versos raros"), reclaman que su profesor no los haya llevado a ver "Grease" en la Gran Vía; y si consideramos que estos grupos forman mayoritariamente el público del teatro clásico, algo está pasando.
Clarindo, el criado de la obra (interpretado con chispa por Chema de Miguel), afirma: "Los versos son cansados si no tienen provecho". ¿No se habrá percatado de ello el actual director de la CNTC, Rafael Pérez Sierra? Un teatro (por muy público que sea) debe inspirar cualquier cosa a su público menos la idea de ser rutinario.

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