“Sota, caballo y gay”. Airón Teatro y Teatro Estudio de Madrid. Dirección: Manu Berástegui. Actores: Jose Luis Mosquera y Carlos Montalvo. Música: Alex Balaclava. Madrid. Teatro Estudio. 28-3-1999.
En muchos locales y discotecas del circuito gay siempre se ha hecho un teatro de transformistas, con la salerosa espontaneidad y talento de unos artistas que encuentran en las grandes artistas folklóricas o en las reinas del pop, la imagen ideal de su sueño de escenario. Además de los jugosos play-back que interpretan con mucho arte, su mayor salero está en contar chistes y en provocar y capear al alegre y deshinibido público. Es un género milenario el que apunta tras ellos, la sátira y el travestismo de los mimos griegos y orientales; nunca han dejado de representarse estas piezas.
"Sota, caballo y gay" es un ensayo de cabaret-gay-literario que parte de estos espectáculos mencionados, pero con la intención de depurarlo en el camino, con una estética mucho más exquisita y atildada, y evitando la transfromación femenina de los actores. Jose Luis Mosquera demuestra tener unas grandes dotes para la comunicación cercana con el público, su presencia y su voz transpiran una intensidad especial en escena.
Según avanza la obra, se ve que al espectáculo le falta como un motor interno, una musculatura que soporte y dé sentido a todo lo que se está haciendo en escena: recolección de chistes, interpretación de poemas, canciones y sutiles coreografías, narración de historias de personajes "entendidos"... suponen demasiados materiales, para un género como el pretendido cabaret que nunca puede dar la impresión de hacerse largo. Y aunque la larga selección de textos que se desgrana en escena es harto interesante, y los actores saben arrancar las risas de unos espectadores muy cómplices; el espectáculo no cuaja nunca como un todo, para resultar finalmente un cabaret invertebrado en el que el público no ha llegado a participar con el regocijo habitual del género.
* Esta crítica fue publicada en El Cultural
En muchos locales y discotecas del circuito gay siempre se ha hecho un teatro de transformistas, con la salerosa espontaneidad y talento de unos artistas que encuentran en las grandes artistas folklóricas o en las reinas del pop, la imagen ideal de su sueño de escenario. Además de los jugosos play-back que interpretan con mucho arte, su mayor salero está en contar chistes y en provocar y capear al alegre y deshinibido público. Es un género milenario el que apunta tras ellos, la sátira y el travestismo de los mimos griegos y orientales; nunca han dejado de representarse estas piezas.
"Sota, caballo y gay" es un ensayo de cabaret-gay-literario que parte de estos espectáculos mencionados, pero con la intención de depurarlo en el camino, con una estética mucho más exquisita y atildada, y evitando la transfromación femenina de los actores. Jose Luis Mosquera demuestra tener unas grandes dotes para la comunicación cercana con el público, su presencia y su voz transpiran una intensidad especial en escena.
Según avanza la obra, se ve que al espectáculo le falta como un motor interno, una musculatura que soporte y dé sentido a todo lo que se está haciendo en escena: recolección de chistes, interpretación de poemas, canciones y sutiles coreografías, narración de historias de personajes "entendidos"... suponen demasiados materiales, para un género como el pretendido cabaret que nunca puede dar la impresión de hacerse largo. Y aunque la larga selección de textos que se desgrana en escena es harto interesante, y los actores saben arrancar las risas de unos espectadores muy cómplices; el espectáculo no cuaja nunca como un todo, para resultar finalmente un cabaret invertebrado en el que el público no ha llegado a participar con el regocijo habitual del género.
* Esta crítica fue publicada en El Cultural
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