martes, 29 de junio de 2010

LA GENERACIÓN DEL EURO


"Krámpack”. De Jordi Sánchez. Dirección: Antonio H. Centeno. Reparto: Nacho López. Arturo Gregorio. Cynthia Martín. Félix Gómez. Madrid. Teatro Alfil.

Los problemas de las nuevas generaciones no son tratadas con demasiado tino por el teatro español actual. Hay una cierta aureola de teatro sucio británico nacido bajo los mismos efluvios que el cine de Ken Loach, o el teatro de Steven Berkhoff, que suelen verse representados por compañías jóvenes españolas, con el que sí parece sentirse muy identificado la audiencia juvenil patria. Por eso “Krámpack” viene siendo importante para nuestra escena desde hace unos años que se estrenó en Barcelona. Jordi Sánchez ha sabido imprimir a su obra una pulsión compleja -y en cierto sentido, clásica- sobre el efecto que producen los conflictos de siempre, en los jóvenes de la generación del Euro.
Según la tesis de la obra, el reconocimiento de la dependencia sentimental -más que sexual- viene a marcar una frontera entre la animalizada juventud y la más serena madurez, que ya no está para seguir engañándose sobre cuestiones tan esenciales como el cariño, el afecto, o por qué no decirlo: el Amor. Tres amigos deciden compartir piso para independizarse de sus padres, y vivir su propia vida. Entre ellos hay ciertas rivalidades, porque algunos parecen más amigos que otros. La aparición de una cuarta inquilina -hembra- viene a trastocar el ritmo del ganado machirulo, pero no en el sentido previsible y convencional que de la situación se espera. “Krámpack” tiene el mérito de hablar de este tiempo con instrumentos teatrales de siempre, como son el lenguaje, la situación, la progresión, el desenlace... Todos estos elementos se incorporaron al lenguaje dramático, porque el teatro es un arte en el espacio y en el tiempo, que debe interesar sobretodo al público. La obra está dirigida e interpretada con sencillez, humildad y eficacia. El texto guarda -por sí solo- excelentes recursos para ir interesando cada vez más al espectador, que se siente impelido a bucear más hondo en los conflictos de ese ramillete de personajes claramente definidos por el dramaturgo. Incluso la bisoñez de sus intérpretes se convierte en un toque de credibilidad a esta historia colectiva de jóvenes desorientados, que encierra en su seno problemas nucleares de nuestra vida. Aunque los mayores ya hayan pasado por esto, (o quizás nunca hayan tenido la valentía de hacerse las preguntas que se hacen los personajes de “Krámpack”,) hay algo refrescante, complejo y sorprendente, en contemplar una pieza teatral actual, tendida con el nervio de las buenas obras de siempre.

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